Detengámonos a pensar por qué la obstinación es un obstáculo para el liderazgo.
En primer lugar, considero que frena cualquier iniciativa que un colaborador quiera compartir. Gravísimo!!! Especialmente en un momento donde las organizaciones necesitan miradas propositivas en contextos de incertidumbre.
En segundo lugar, entra en el juego del control corporativo. Cuando una persona obstinada ocupa una posición de poder, limita la participación de su equipo y desalienta las discusiones, cerrando así el camino a la construcción colectiva de ideas.
En tercer lugar, se obsesiona por la microgestión (lo que motiva la improductividad). Al querer imponer su visión, controla hasta los detalles mínimos, asfixiando la autonomía y la creatividad del equipo.
En cuarto lugar, hay presencia de ceguera estratégica!!!! Preocupante! Su necesidad de tener razón le impide ver riesgos, oportunidades o advertencias, conduciendo a malas decisiones a largo plazo.
En el quinto lugar, el obstinado promueve un clima de apatía, llevando a los colaboradores a dejar de aportar ideas o de involucrarse, porque sienten que todo será rechazado, minimizado o saldrá con más trabajo!
Y dejo en sexto lugar y no menos importante, donde nunca deberíamos llegar: la pérdida de talento. Las personas más valiosas (las que piensan, crean, proponen) suelen alejarse de líderes obstinados, buscando entornos más abiertos. Y quienes deciden quedarse, suelen refugiarse en el silencio y la resignación, apagando así su potencial.
Cierro con dos reflexiones:
a. Las grandes organizaciones no se construyen con mentes sumisas, sino con líderes capaces de pensar, proponer y transformar el rumbo.
b. Aquellos que temen al pensamiento crítico, temen a su propio futuro.